por Héctor Pitluk
Ezeiza 1
El 17 de
noviembre de 1972 el pueblo salió a la calle. Se escondió por las calles de los
barrios y Ciudad Evita cobijó en sus casas a cientos de desconocidos que
pasaron la noche en colchones o alguna manta sobre el piso, sin conocerse
siquiera huésped y hospedador. La solidaridad continuó por la mañana, en la
larga marcha hacia Ezeiza. Primero en el Camino de Cintura donde los gases
obligaron al retroceso. Después en el cruce del río Matanza, vadeando su cauce
con el agua hasta la cintura, a pesar de la lluvia y de las barrancas. Los
jóvenes ayudando a los viejos a bajar y después a subir. Al final la decepción:
ancha fila de milicos, con el FAL debajo de las capas verdes y sus cascos. Otra
vez el retroceso y la vuelta obligada, rodeados de soldados y tanquetas,
embarrados, mojados, la mirada enclavada en el cielo buscando el avión del General,
derrotados.
Ezeiza 2
El 20 de
junio de 1973 el pueblo salió a la calle. Esta vez sin esconderse llenó las
calles de los barrios, pasaron la noche en casas compañeras, preparando
banderas, colectivos y camiones, alguna cachiporra por las dudas. La ansiedad y
la alegría, los trenes gratis y el sol de un invierno peronista. Mares de gente
caminaban el mismo Camino de Cintura, la misma Richieri, cruzaban los ríos,
pero ahora por sobre los puentes, los compañeros iban y venían. Desde una punta
no se escuchaban los tiros de la otra, donde el famoso palco emitía los
chillidos desesperados de Leonardo Favio llamando a una calma que nunca llegó.
Otra vez la decepción, el retroceso, los que llegaron más cerca espantados,
algunos heridos, algunos muertos, otra vez la vuelta obligada, rodeados de
ambulancias y armas escondidas, la mirada enclavada en el cielo buscando el
avión del General, derrotados.
Día del Trabajador
El 1 de mayo
de 1974 se festejó el primero, y único, Día del Trabajador con Perón en el
país, después del exilio. El diálogo no fue muy fructífero. Al “que pasa, que
pasa General, que está lleno de gorilas el Gobierno Popular”, el General
respondió con el “imberbes” que de inmediato dejó media Plaza vacía.
Perón echó a
la juventud de la Plaza. Otra
vez el retroceso y la vuelta obligada a los barrios, derrotados.
Muerte de Perón
El 1 de julio
de 1974 murió Perón. El funeral fue en el Congreso y también llovía. Otra vez los
milicos, tal vez sin el FAL debajo, pero con las mismas capas verdes y sus
cascos custodiando las filas para ver el cajón. La tristeza y el llanto en los
viejos peronistas, los compañeros, en las viejas y los pibes. El silencio y el
respeto bajo la lluvia, la decepción, la cuesta abajo y la desilusión de los
que no quisieron quedarse a hacer la cola.
El velorio fue una fiesta
El miércoles
27 de octubre de 2010 murió Kirchner. Ese mismo día, desde las 8 de la mañana,
el Censo Nacional se había transformado en un gigantesco acto político. Desde
los que pusieron la pava en el fuego y tenían el mate o el café listo, hasta
las familias que hicieron una torta para recibir al censista, en una actitud militante
para contrariar a las voces que auguraban inseguridades y fracasos, pasando por
los que simplemente fueron cordiales, el pueblo en sus casas. Más tarde, en una
prueba mucho más difícil, el pueblo en las calles y en las plazas: Néstor había
muerto.
La tristeza y
el llanto no paralizaron. A pesar de la perplejidad inicial, había que defender
lo conseguido, había que juntarse, había que llorar en las calles. Había que
cuidar a Cristina. Movilización popular para cuidar a Cristina, espontánea,
pero políticamente comprometida; algo que, en la historia argentina, sólo es
posible desde el campo popular, lo fue desde el peronismo y lo es ahora, desde
el kirchnerismo que lo engloba.
El pueblo
movilizado, desde el dolor, fue transformando el velorio en una fiesta.
Cantando y saltando en la fila eterna que fueron cinco minutos y no doce horas,
en las consignas con la ironía y el sabor popular y la conciencia política, en
las discusiones entre desconocidos que a los pocos minutos eran amigos, casi
siempre coincidiendo, claro, porque si no, no hubiéramos llegado hasta ahí
juntos, como compañeros, de toda la vida, los más viejos que contaban anécdotas
y consignas que los más jóvenes escuchaban con atención. Solidaridad,
compromiso de defender el proyecto nacional y popular, como en Ezeiza, como
son, en definitiva, las luchas populares, compromiso y alegría en las
conversaciones: “hace ocho horas que estamos, estoy cansada me quiero ir”, “cómo
se va a ir compañera, la compañera Cristina hace doce horas que está parada
junto al cajón y usté va a aflojar”; porque Perón echó a la juventud de la Plaza y con Néstor volvió, “yo
hace más de diez horas que estoy”, y la respuesta, orgullosa y melancólica del
viejo compañero: “yo, esta fila, la estoy haciendo desde 1974” .
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