domingo, 28 de octubre de 2012

El velorio fue una fiesta


por Héctor Pitluk

Ezeiza 1
El 17 de noviembre de 1972 el pueblo salió a la calle. Se escondió por las calles de los barrios y Ciudad Evita cobijó en sus casas a cientos de desconocidos que pasaron la noche en colchones o alguna manta sobre el piso, sin conocerse siquiera huésped y hospedador. La solidaridad continuó por la mañana, en la larga marcha hacia Ezeiza. Primero en el Camino de Cintura donde los gases obligaron al retroceso. Después en el cruce del río Matanza, vadeando su cauce con el agua hasta la cintura, a pesar de la lluvia y de las barrancas. Los jóvenes ayudando a los viejos a bajar y después a subir. Al final la decepción: ancha fila de milicos, con el FAL debajo de las capas verdes y sus cascos. Otra vez el retroceso y la vuelta obligada, rodeados de soldados y tanquetas, embarrados, mojados, la mirada enclavada en el cielo buscando el avión del General, derrotados.
Ezeiza 2
El 20 de junio de 1973 el pueblo salió a la calle. Esta vez sin esconderse llenó las calles de los barrios, pasaron la noche en casas compañeras, preparando banderas, colectivos y camiones, alguna cachiporra por las dudas. La ansiedad y la alegría, los trenes gratis y el sol de un invierno peronista. Mares de gente caminaban el mismo Camino de Cintura, la misma Richieri, cruzaban los ríos, pero ahora por sobre los puentes, los compañeros iban y venían. Desde una punta no se escuchaban los tiros de la otra, donde el famoso palco emitía los chillidos desesperados de Leonardo Favio llamando a una calma que nunca llegó. Otra vez la decepción, el retroceso, los que llegaron más cerca espantados, algunos heridos, algunos muertos, otra vez la vuelta obligada, rodeados de ambulancias y armas escondidas, la mirada enclavada en el cielo buscando el avión del General, derrotados.
Día del Trabajador
El 1 de mayo de 1974 se festejó el primero, y único, Día del Trabajador con Perón en el país, después del exilio. El diálogo no fue muy fructífero. Al “que pasa, que pasa General, que está lleno de gorilas el Gobierno Popular”, el General respondió con el “imberbes” que de inmediato dejó media Plaza vacía.
Perón echó a la juventud de la Plaza. Otra vez el retroceso y la vuelta obligada a los barrios, derrotados.
Muerte de Perón
El 1 de julio de 1974 murió Perón. El funeral fue en el Congreso y también llovía. Otra vez los milicos, tal vez sin el FAL debajo, pero con las mismas capas verdes y sus cascos custodiando las filas para ver el cajón. La tristeza y el llanto en los viejos peronistas, los compañeros, en las viejas y los pibes. El silencio y el respeto bajo la lluvia, la decepción, la cuesta abajo y la desilusión de los que no quisieron quedarse a hacer la cola.
El velorio fue una fiesta
El miércoles 27 de octubre de 2010 murió Kirchner. Ese mismo día, desde las 8 de la mañana, el Censo Nacional se había transformado en un gigantesco acto político. Desde los que pusieron la pava en el fuego y tenían el mate o el café listo, hasta las familias que hicieron una torta para recibir al censista, en una actitud militante para contrariar a las voces que auguraban inseguridades y fracasos, pasando por los que simplemente fueron cordiales, el pueblo en sus casas. Más tarde, en una prueba mucho más difícil, el pueblo en las calles y en las plazas: Néstor había muerto.
La tristeza y el llanto no paralizaron. A pesar de la perplejidad inicial, había que defender lo conseguido, había que juntarse, había que llorar en las calles. Había que cuidar a Cristina. Movilización popular para cuidar a Cristina, espontánea, pero políticamente comprometida; algo que, en la historia argentina, sólo es posible desde el campo popular, lo fue desde el peronismo y lo es ahora, desde el kirchnerismo que lo engloba.
El pueblo movilizado, desde el dolor, fue transformando el velorio en una fiesta. Cantando y saltando en la fila eterna que fueron cinco minutos y no doce horas, en las consignas con la ironía y el sabor popular y la conciencia política, en las discusiones entre desconocidos que a los pocos minutos eran amigos, casi siempre coincidiendo, claro, porque si no, no hubiéramos llegado hasta ahí juntos, como compañeros, de toda la vida, los más viejos que contaban anécdotas y consignas que los más jóvenes escuchaban con atención. Solidaridad, compromiso de defender el proyecto nacional y popular, como en Ezeiza, como son, en definitiva, las luchas populares, compromiso y alegría en las conversaciones: “hace ocho horas que estamos, estoy cansada me quiero ir”, “cómo se va a ir compañera, la compañera Cristina hace doce horas que está parada junto al cajón y usté va a aflojar”; porque Perón echó a la juventud de la Plaza y con Néstor volvió, “yo hace más de diez horas que estoy”, y la respuesta, orgullosa y melancólica del viejo compañero: “yo, esta fila, la estoy haciendo desde 1974”.
  
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